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sábado, 29 de agosto de 2015

Elías desata la Ira y el Fuego de Dios

Imagen tomada de Obrerofiel.com

Después del rey Salomón, hubo reyes que obraron mal delante del Señor y que adoraron a otros dioses ajenos, como Baal y la diosa Aserá. Pero el rey Acab fue el colmo del colmo de los reyes idólatras y desobedientes a la Palabra de Dios. Se casó con Jezabel, una mujer sidonia que adoraba y servía a Baal.

Dios habló al rey Acab por medio del profeta Elías. Este le profetizó que no llovería en los próximos años hasta que él lo ordenara. Y así fue, durante tres años y medio hubo sequía y hambre en Israel. En ese periodo de tiempo, los profetas del Señor fueron perseguidos y exterminados. Elías fue mandado por Dios a un lugar de refugio. Allí estuvo un tiempo bebiendo de un arroyo y comiendo gracias a un cuervo que le traía comida. Después lo llevó a otro lugar donde había una viuda pobre con su hijo, la cual le dio pan y agua. Elías, movido por Dios, le dijo a la viuda que mientras durara la sequía nunca se le acabaría la harina ni el aceite que tenía. Al tiempo, el hijo de la viuda enfermó y casi no respiraba, pero Elías oró a Dios y se sanó.

Después de tres años de sequía y hambre, Dios mandó a Elías a encontrarse con el rey Acab. Le pidió que trajera a los 450 profetas de Baal y los pusiera en presencia de todo Israel en un monte llamado Carmelo. El rey aceptó y cuando llegaron todos al monte Carmelo, Elías le preguntó al pueblo a qué dios quería seguir, si a Baal o al Señor. Les propuso a los profetas de Baal que invocaran a su dios y que le sacrificaran un animal como ofrenda. Él también haría lo mismo. El dios que contestara con fuego, ese sería el Dios verdadero.

Elías invitó a los 450 profetas de Baal, que eran más numerosos, a que comenzaran el sacrificio y la oración. Estuvieron desde la mañana hasta el mediodía invocando al dios Baal, pero no contestó. Después, Elías reconstruyó el altar del Señor que estaba en ruinas e hizo una zanja alrededor llena de agua. Después colocó la leña y el animal, e hizo que le echaran agua encima por tres veces. Entonces Elías invocó al Señor (vean la oración más abajo). En ese momento, cayó fuego del Señor y consumió el holocausto, el agua de la zanja, el suelo y las piedras del altar. El pueblo, al verlo, se postró y exclamó: ¡El Señor es Dios, el Dios verdadero! Elías ordenó que capturaran y ejecutaran a los profetas de Baal. Después, le dijo al rey Acab que se fuera para casa porque ya iba a volver la lluvia. Después de que Elías le pidiera siete veces al Señor que lloviera, llegó un aguacero terrible.

Sin duda, Dios estaba con Elías, él fue el único profeta del Señor que quedó vivo durante el reinado del rey Acab, mientras que Baal tenía a 450 profetas. Pero Dios no necesitaba más que a uno para demostrar su poder y grandeza. Tanto amaba Dios a Elías, que al final se lo llevó al cielo en un torbellino de fuego y nunca más se supo de él (2ª Reyes 2:11).

Todo esto nos enseña que Dios se manifiesta con poder y gloria cuando estamos con él, le obedecemos e invocamos su nombre. Él quiere enseñarnos que no hay otro Dios fuera de Él ni lo habrá jamás. Además, cuando servimos a otro dios, él muestra su ira y aplica su justicia con total soberanía. ¿Quién sabe más que Dios?

El rey Acab hace lo malo delante del Señor:

“Acab hijo de Omrí hizo lo que ofende al Señor, más que todos los reyes que lo precedieron. Como si hubiera sido poco el cometer los mismos pecados de Jeroboán hijo de Nabat, también se casó con Jezabel hija de Et Baal, rey de los sidonios, y se dedicó a servir a Baal y a adorarlo. Le erigió un altar en el templo que le había construido en Samaria y también fabricó una imagen de la diosa Aserá. En fin, hizo más para provocar la ira del Señor, Dios de Israel, que todos los reyes de Israel que lo precedieron". 1ª Reyes 16:30-33

La profecía de Elías al rey Acab:

“Ahora bien, Elías, el de Tisbé de Galaad, fue a decirle a Acab: "Tan cierto como que vive el Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo, te juro que no habrá rocío ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene". 1ª Reyes 17:1

Dios ordena a Elías que se presente ante el rey Acab:

“Después de un largo tiempo, en el tercer año, la palabra del Señor vino a Elías y le dio este mensaje: Ve y preséntate ante Acab, que voy a enviar lluvia sobre la tierra. Así que Elías se puso en camino para presentarse ante Acab". 1ª Reyes 18:1-2

“Cuando lo vio, le preguntó: ¿Eres tú el que le está causando problemas a Israel? No soy yo quien le está causando problemas a Israel respondió Elías. Quienes se los causan son tú y tu familia, porque han abandonado los mandamientos del Señor y se han ido tras los baales. Ahora convoca de todas partes al pueblo de Israel, para que se reúna conmigo en el monte Carmelo con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de la diosa Aserá que se sientan a la mesa de Jezabel. Acab convocó en el monte Carmelo a todos los israelitas y a los profetas. Elías se presentó ante el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él. El pueblo no dijo una sola palabra".
1ª Reyes 18:17-21

La oración de Elías:

"Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que todos sepan hoy que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo y he hecho todo esto en obediencia a tu palabra. ¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que estás convirtiendo a ti su corazón! En ese momento cayó el fuego del Señor y quemó el holocausto, la leña, las piedras y el suelo, y hasta lamió el agua de la zanja. Cuando todo el pueblo vio esto, se postró y exclamó: 
¡El Señor es Dios, el Dios verdadero!". 1ª Reyes 18:36-39

Versión bíblica: Nueva Versión Internacional (NVI)

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miércoles, 10 de junio de 2015

El Rey Salomón

 
Cuando David reinó en Israel, Dios le prometió paz, estabilidad, honor y descendencia. También prometió una casa donde Dios habitaría para siempre, pero esa casa no la construiría él sino su hijo Salomón. Después de ser proclamado rey, Salomón se casó con la hija del faraón de Egipto y aumentó su poder y esplendor. Construyó un nuevo palacio, un templo para Dios y un muro que rodeaba la ciudad de Jerusalén. En una ocasión, Dios se le apareció en sueños y le dijo que le pidiera lo que quisiera. Salomón le pidió sabiduría para gobernar y para distinguir entre el bien y el mal. A Dios le agradó la petición de Salomón y le concedió sabiduría, pero también le dijo que le iba a dar tantas riquezas que ningún rey podría compararse con él.

Dios cumplió con su promesa y le dio a Salomón sabiduría, riquezas y esplendor en su reinado. Fue tanta la sabiduría dada a Salomón, que ejerció como rey, juez y administrador del reino. Además, hizo que Israel creciera en fronteras, en número de habitantes, en prosperidad y en poder militar.

Cuando Salomón terminó de construir el templo para Dios, mandó trasladar el Arca del Pacto y sus utensilios. Era un templo donde todo estaba hecho a base de oro, plata, bronce, y madera de cedro. En presencia de toda la congregación de Israel, Salomón oró al Señor y le pidió que habitara en el templo, que oyera la voz de su pueblo, que perdonara sus pecados y que hiciera justicia. Dios oyó la oración de Salomón y consagró el templo para habitar allí para siempre. Después hizo un pacto con él: le prometió que nunca le faltaría un descendiente en el trono a cambio de que lo siguiera y obedeciera sus mandamientos, como lo hizo su padre David. Como Salomón desobedeció a Dios uniéndose con mujeres no israelitas que adoraban a dioses ajenos, Dios castigó a su hijo Roboán, quitándole el esplendor y el poder que tuvo Salomón, para darle un reinado corto y limitado.

Como enseñanza, vemos que Salomón no pide a Dios larga vida, ni riquezas, ni la muerte de sus enemigos. Por eso, Dios lo exaltó y le dio la sabiduría que pidió y además le dio las riquezas y el esplendor que no pidió. Salomón escribió los proverbios de la Biblia, uno de ellos dice que vale más la sabiduría que el oro y la plata. En efecto: con sabiduría uno puede hacer negocios y trabajos para obtener riquezas. Pero si uno pide a Dios dinero y no responde, puede ser porque Dios ve orgullo en nuestro corazón, desobediencia, hipocresía u otras causas que no le agradan a él.

David proclama rey a Salomón:

“Y el rey David dijo: Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, y a Benaía hijo de Joiada. Y ellos entraron a la presencia del rey. Y el rey les dijo: Tomad con vosotros los siervos de vuestro señor, y montad a Salomón hijo en mi mula, y llevadlo a Gihón; y allí lo ungirán el sacerdote Sadoc y el profeta Natán como rey sobre Israel, y tocaréis trompeta, diciendo: ¡Viva el rey Salomón! Después iréis vosotros detrás de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará por mí; porque a él he escogido para que sea príncipe sobre Israel y sobre Judá". 1ª Reyes 1:32-35

El sueño de Salomón:

“Y se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé. Y Salomón dijo: Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, porque él anduvo delante de ti en verdad, en justicia, y con rectitud de corazón para contigo; y tú le has reservado esta tu gran misericordia, en que le diste hijo que se sentase en su trono, como sucede en este día. Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. Y si anduvieres en mis caminos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo alargaré tus días". 1ª Reyes 3:5-14

Salomón ora al Señor:

“Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón; que has cumplido a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día. Ahora, pues, Jehová Dios de Israel, cumple a tu siervo David mi padre lo que le prometiste, diciendo: No te faltará varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden mi camino y anden delante de mí como tú has andado delante de mí. Ahora, pues, oh Jehová Dios de Israel, cúmplase la palabra que dijiste a tu siervo David mi padre. Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado? Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti; que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona. Si alguno pecare contra su prójimo, y le tomaren juramento haciéndole jurar, y viniere el juramento delante de tu altar en esta casa; tú oirás desde el cielo y actuarás, y juzgarás a tus siervos, condenando al impío y haciendo recaer su proceder sobre su cabeza, y justificando al justo para darle conforme a su justicia". 1ª Reyes 8:23-32

Dios responde a la oración de Salomón:

“Y le dijo Jehová: Yo he oído tu oración y tu ruego que has hecho en mi presencia. Yo he santificado esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días. Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas las cosas que yo te he mandado, y guardando mis estatutos y mis decretos, yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como hablé a David tu padre, diciendo: No faltará varón de tu descendencia en el trono de Israel. Mas si obstinadamente os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante de vosotros, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis; yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí, e Israel será por proverbio y refrán a todos los pueblos; y esta casa, que estaba en estima, cualquiera que pase por ella se asombrará, y se burlará, y dirá: ¿Por qué ha hecho así Jehová a esta tierra y a esta casa? Y dirán: Por cuanto dejaron a Jehová su Dios, que había sacado a sus padres de tierra de Egipto, y echaron mano a dioses ajenos, y los adoraron y los sirvieron; por eso ha traído Jehová sobre ellos todo este mal".
1ª Reyes 9:3-9

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El Rey David


 
Hubo una época en que gobernaron caudillos en Israel, pero se cansaron y quisieron tener un rey que los gobernara. El profeta Samuel, que tenía una comunicación íntima con Dios, le oró al Señor para que le mostrara qué hacer. Dios le habló diciendo que en realidad a quien habían rechazado era a él mismo, ya que él era el verdadero rey. No obstante, Dios aceptó la petición de su pueblo, pero le advirtió de que el rey iba a ejercer una autoridad aplastante sobre ellos. Posteriormente, Samuel ungió a Saúl como primer rey. Pero al final de su reinado, Saúl murió en batalla por su desobediencia a Dios y su dureza de corazón.

Como consecuencia de la desobediencia del rey Saúl, de nuevo Dios habló al profeta Samuel y le mostró a David, un pastor de ovejas de Belén que tenía un corazón conforme a Dios. Éste, siendo tan sólo un niño, venció con una honda a Goliat, un gigante filisteo a quien todo el ejército israelí temía. Llegó a ser músico de arpa, escudero y jefe del ejército del rey Saúl. Más tarde, Samuel lo ungió como nuevo rey de Israel.

Como dice la Biblia, Saúl mató a mil y David a sus diez mil. David fue un guerrero valiente en batalla, le perdonó la vida a Saúl cuando todavía éste era rey. Fue fiel adorador a Dios y construyó un gran reino y un palacio en Jerusalén. Dios estableció su reino para siempre. Pero David no era perfecto, ya que se robó a la mujer ajena (Betsabé) e hizo que su marido muriera en batalla. También pecó de orgullo cuando vio que él vivía en un palacio de cedro y el arca del pacto de Dios se encontraba entre cortinas. Dios le recuerda a David quién lo puso en alto y que un descendiente suyo y no él construiría el templo. En definitiva, Dios le recordó a David que Él es el verdadero rey. No obstante, David se arrepintió de sus pecados y Dios lo perdonó. En sus últimos años, David escribió los Salmos que conocemos hoy en la Biblia.

David fue un ejemplo de adoración y amor a Dios. No le importó los reproches de su mujer Mical por danzar y adorar a Dios estando semidesnudo en plena calle. Pero su humildad era de agrado a Dios y por eso Dios lo exaltó, lo bendijo y le dio grandes victorias sobre sus enemigos.

El pueblo de Israel quería tener un rey:

“Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones. Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos. Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo. Ahora, pues, oye su voz; mas protesta solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos". 1ª Samuel 8:4-9

Después de Saúl, David es proclamado rey:

“Vinieron todas las tribus de Israel a David en Hebrón y hablaron, diciendo: Henos aquí, hueso tuyo y carne tuya somos. Y aun antes de ahora, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú quien sacabas a Israel a la guerra, y lo volvías a traer. Además Jehová te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel. Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel al rey en Hebrón, y el rey David hizo pacto con ellos en Hebrón delante de Jehová; y ungieron a David por rey sobre Israel. Era David de treinta años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años". 2ª Samuel 5:1-4

La promesa de Dios a David:

“Aconteció que cuando ya el rey habitaba en su casa, después que Jehová le había dado reposo de todos sus enemigos en derredor, dijo el rey al profeta Natán: Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está entre cortinas. Y Natán dijo al rey: Anda, y haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehová está contigo. Aconteció aquella noche, que vino palabra de Jehová a Natán, diciendo: Ve y di a mi siervo David: Así ha dicho Jehová: ¿Tú me has de edificar casa en que yo more? Ciertamente no he habitado en casas desde el día en que saqué a los hijos de Israel de Egipto hasta hoy, sino que he andado en tienda y en tabernáculo. Y en todo cuanto he andado con todos los hijos de Israel, ¿he hablado yo palabra a alguna de las tribus de Israel, a quien haya mandado apacentar a mi pueblo de Israel, diciendo: ¿Por qué no me habéis edificado casa de cedro? Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel; y he estado contigo en todo cuanto has andado, y delante de ti he destruido a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra. Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mi hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente. Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán a David". 2ª Samuel 7:1-17

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sábado, 16 de mayo de 2015

La historia de Rut y Noemí




Como cuenta la Biblia, había en Belén de Judá un hombre llamado Elimélec, casado con Noemí con dos hijos. Hubo allí una época de hambre y emigraron a Moab, tierra lejana a Belén. Noemí se quedó viuda y sus dos hijos se casaron con mujeres moabitas. Una de ellas se llamaba Rut. Después de un tiempo, murieron los dos hijos de Noemí y ella quedó sola con las dos nueras. Noemí regresó a su tierra Judá con sus nueras en busca de alimento. Les explicó que debían volver a su tierra porque ella no podía hacer nada por ellas. Una de ellas volvió con sus padres y la otra nuera (Rut) quiso quedarse con su suegra Noemí. Le dijo que iría donde ella fuera, viviría donde ella viviera, su pueblo sería su pueblo, su dios sería su dios y moriría donde ella muriera. Noemí aceptó a su nuera y se fueron a Belén en plena cosecha.

Ocurrió que Rut y Noemí llegaron hasta el campo de Booz, pariente del difunto esposo de Noemí. Rut quería trabajar allí recogiendo espigas y le fue dado el permiso. Rut cayó bien a Booz y le dejó quedarse porque reconoció su valor y fidelidad con Noemí viniendo de tierra extranjera. Cuando Noemí se enteró que había estado en el campo de Booz, le dijo que se quedara allí con él porque era pariente de su esposo y tenía derecho de casarse con ella por ley. Rut hizo saber esto a Booz y éste le dijo que había otro pariente más cercano que él para casarse. Booz buscó a ese pariente pero renunció a ese derecho. Rut se casó con Booz y tuvo un hijo llamado Obed, el cual entregó a Noemí para que lo criara y la cuidara en la vejez.

Vemos que Rut fue un ejemplo de fidelidad y obediencia a Dios hasta el final. Siendo extranjera, no le importó dejar su tierra, su familia y todo para irse a vivir a Belén con su suegra, la tierra de su difunto esposo. Allí adoró y obedeció a Dios y por eso fue bendecida ella y su suegra Noemí.

Principio de la historia:

“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos. El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí. Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la otra, Rut; y habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido". Rut 1:1-5

Rut no quiso dejar a Noemí:

“Y Noemí dijo: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella. Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más". Rut 1:15-18

Dios bendice a Rut y a Noemí:

“Booz, pues, tomó a Rut, y ella fue su mujer; y se llegó a ella, y Jehová le dio que concibiese y diese a luz un hijo. Y las mujeres decían a Noemí: Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos. Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y lo crió. Y le dieron nombre las vecinas, diciendo: Le ha nacido un hijo a Noemí; y lo llamaron Obed". Rut 4:13-17

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viernes, 1 de mayo de 2015

El Espíritu de Dios en Sansón


 
La desobediencia del pueblo de Israel lo condujo al cautiverio de manos de los filisteos, pueblo enemigo de ellos. Sansón era un hombre fuerte, valiente y preparado para la batalla. Desde su nacimiento fue consagrado a Dios y lleno de su Espíritu, dotándole de una fuerza sobrenatural que le ayudaría a luchar contra los filisteos.

Expliquemos un poco la consagración a Dios de Sansón. La Palabra habla de que un ángel se le apareció a la madre de Sansón, la cual era estéril. Le dijo que iba a concebir un hijo nazareo y que navaja no pasaría sobre su cabeza. “Nazareo” significa que Sansón iba a ser consagrado a Dios para un propósito. “Navaja no pasará sobre su cabeza” significa que sólo a Dios adoraría y no a otro Dios, ya que los filisteos adoraban a un dios pagano llamado Dagon y se rapaban la cabeza como símbolo de adoración a él.

Por otro lado, la Ley de Dios incluía un mandamiento que impedía el matrimonio entre descendientes de israelitas y descendientes de pueblos enemigos. Sansón desobedeció esta ley y se enamoró dos veces de una mujer filistea. La última mujer, llamada Dalila, lo sedujo para que le revelara el secreto de su fuerza sobrenatural y poder así derrotarlo en la batalla contra los suyos. El secreto estaba precisamente en el cabello de Sansón. Como se dice anteriormente, raparse la cabeza era símbolo de adoración al dios filisteo y por eso Sansón perdió su fuerza al ser rapado, fuerza que se encontraba en el espíritu del Dios de Israel y no en otro dios.

Sansón sufrió las consecuencias de la desobediencia. Fue derrotado por el ejército filisteo, quien lo apresó y lo humilló delante de todos. Además, quedó ciego y sin fuerza para luchar. Casi muerto, Sansón se arrepintió y clamó a Dios que le devolviera su fuerza. Dios lo escuchó y le concedió su deseo antes de morir. De esta manera, mientras era humillado, Sansón derribó las columnas del templo donde se encontraba un gran número de filisteos y murieron junto con él.

Dios es un dios justo y misericordioso. Cuando desobedecemos su palabra, Dios nos quita la bendición. Pero si nos arrepentimos, Dios escucha y nos devuelve la bendición. Dios exalta a quien se humilla y humilla a quien se enorgullece.

Nacimiento de Sansón:

“Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de los filisteos por cuarenta años. Y había un hombre de Zora, de la tribu de Dan, el cual se llamaba Manoa; y su mujer era estéril, y nunca había tenido hijos. A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda. Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos". Jueces 13:1-5.

“Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón. Y el niño creció, y Jehová lo bendijo. Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan, entre Zora y Estaol". Jueces 13:24-25

Sansón revela a Dalila el secreto de su fuerza:

“Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia. Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres. Viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón, envió a llamar a los principales de los filisteos, diciendo: Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón. Y los principales de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el dinero". Jueces 16:16-18

Clamor y muerte de Sansón:

“Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos. Asió luego Sansón las dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la casa, y echó todo su peso sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano izquierda sobre la otra. Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y los que mató al morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida". Jueces 16:28-30

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Josué y la Conquista de la Tierra Prometida


 
Después de la muerte de Moisés, Dios eligió a Josué para dirigir, conquistar y tomar posesión de la Tierra Prometida que juró entregar a Abraham, Isaac y Jacob. Ya era el tiempo que Dios había elegido para ello, ya que el pueblo de Israel había adquirido la preparación necesaria para tal hazaña. Cuarenta años pasó el pueblo de Israel en el desierto quejándose y sufriendo las consecuencias de la falta de fe y obediencia a Dios. Incluso Moisés pecó de falta de fe cuando Dios hizo brotar agua de la roca en el desierto. Por eso Dios no le permitió entrar en la tierra prometida.

En esta nueva generación del pueblo de Israel, ya había un gran número de hombres valientes, ordenados en 12 tribus y preparados para la batalla. Dios le ordenó a Josué que se esforzara y fuera valiente, y que obedeciera la Ley como condiciones para que todo le saliera bien en la conquista que iban a emprender. De esta manera, Dios iba a estar con él y con su pueblo a donde quiera que fuera.

El río Jordán era el obstáculo que impedía que el pueblo entrara en la tierra prometida. Por ello, al igual que con el mar Rojo, Dios dividió las aguas del río hasta que todos cruzaron. El arca del pacto, que significa la presencia misma de Dios, iba delante del pueblo, la cual era sustentada por los levitas (tribu elegida por Dios para ello). Una vez cruzado el Jordán, todos los reyes enemigos de Israel les temían, ya que Dios iba con ellos.

Jericó fue la primera ciudad en ser conquistada. Una vez más Dios hizo una demostración de su poder y su gloria cuando rompió y derribó los muros que rodeaban la ciudad. Cada centímetro cuadrado que se conquistaba era condicionado por la obediencia a Dios. Pero cuando el pueblo desobedecía, se encontraba con una derrota contundente.

Esta palabra nos enseña que hay que ser esforzados y valientes para cualquier reto de la vida, pero también hay que prepararse, tener fe y obedecer los mandamientos de Dios. Si cumplimos estas condiciones, Dios peleará la batalla por nosotros y nos dará la victoria. Si no obedecemos, sufriremos derrotas y fracasos.

Dios da instrucciones a Josué:

“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio. Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas. Y Josué mandó a los oficiales del pueblo, diciendo: Pasad por en medio del campamento y mandad al pueblo, diciendo: Preparaos comida, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro Dios os da en posesión". Josué 1:1-11

Dios abre las aguas del Jordán:

“Y aconteció cuando partió el pueblo de sus tiendas para pasar el Jordán, con los sacerdotes delante del pueblo llevando el arca del pacto, cuando los que llevaban el arca entraron en el Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca fueron mojados a la orilla del agua (porque el Jordán suele desbordarse por todas sus orillas todo el tiempo de la siega), las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un montón bien lejos de la ciudad de Adam, que está al lado de Saretán, y las que descendían al mar del Arabá, al Mar Salado, se acabaron, y fueron divididas; y el pueblo pasó en dirección de Jericó. Mas los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehová, estuvieron en seco, firmes en medio del Jordán, hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán; y todo Israel pasó en seco". Josué 3:14-17

La conquista de Jericó:

“Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra. Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante seis días. Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas. Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá". Josué 6:2-5

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sábado, 21 de marzo de 2015

El Arca del Pacto

 
 
Hablemos de otro pacto, ya que Dios es un Dios de pactos. Esta vez fue con su pueblo, el pueblo de Israel, y lo hizo a través de su siervo Moisés.

Después de que Dios liberara al pueblo de Israel con grandes milagros y prodigios, el pueblo de Dios fue llevado al desierto durante 40 años. La terquedad y la desobediencia del pueblo explican este largo periodo de tiempo de sufrimiento y calamidad. Dios quiso hacer un pacto con su pueblo a través de Moisés, un pacto para dar testimonio a las generaciones de sus milagros y proezas cuando fue liberado de Egipto, un pacto para sellar una alianza entre Dios y su pueblo. Esta alianza significa que Dios promete estar siempre al lado de su pueblo, a cambio de que su pueblo no adore a otro Dios y cumpla la Ley. Dicho pacto se simboliza con el arca que Dios mandó construir a Moisés.

Dios habló a Moisés en el monte de Sinaí en medio de truenos y relámpagos y un fuerte sonido de trompetas. Dios entregó su Santa Ley a Moisés en unas tablas de piedra. La Ley es un conjunto de preceptos y mandamientos que Dios exige a su pueblo. No sólo incluye los 10 Mandamientos, sino que también hablaba de purificación, expiación de pecados mediante ofrendas y santidad como condiciones para acercarse a Dios. Para ello, Dios mandó a Moisés construir un templo, llamado "tabernáculo de reunión", en cuyo interior se encuentra el arca del pacto, que representaba la presencia misma de Dios. Dentro del arca estaban las tablas de la Ley, aunque posteriormente se le añadieron la vara de Aaron reverdecida y el maná con el cual Dios alimentó a su pueblo en el desierto.

Antes de que se cumplieran los cuarenta años que el pueblo de Israel debía pasar errando por el desierto, Moisés alcanzó a ver desde lejos la hermosa y rica tierra prometida, y Dios le dijo: “Esta es la tierra que yo juré dar a Abraham, Isaac y Jacob, se la daré a tu descendencia, te la hago ver con tus ojos, pero no entrarás en ella”. Moisés aceptó con resignación y humildad la orden de Dios, y le entregó el mando a quien Dios le ordenó y murió tranquilo en la tierra de Moab.

El Pacto de la Alianza:

"Moisés subió al monte Sinaí y el Señor le dijo: Di esto a los hijos de Israel: vosotros habéis visto lo que he hecho a Egipto y cómo os he traído a mí. Ahora, si oís mi voz y guardáis mi Alianza, vosotros seréis mi pueblo entre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra, y vosotros seréis para mí Nación Santa y de Sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel”. Éxodo 19:3-6

"Entonces Dios mandó sacrificar algunos animales, y tomando Moisés un poco de sangre roció con ella al pueblo diciendo: “Esta es la sangre de la Alianza que hace Dios con vosotros sobre sus mandamientos”. Éxodo 24:8

La impaciencia acaba en desobediencia:

"Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido". Éxodo 32:1

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sábado, 24 de enero de 2015

El Primer Mandamiento de la Ley de Moisés

Imagen de diseño propio
El Primer Mandamiento de Dios cuando habló a Moisés en el Monte Sinaí fue: "Amarás a Dios sobre todas las cosas".

No cabe duda de que el Primer Mandamiento es el más importante y engloba a todos los demás. Dios es celoso y está en contra de toda clase de idolatría. Esto no solo lo vemos en el Antiguo Testamento, también en el Nuevo. Lo cierto es que Dios quiere que lo adoremos solamente a él, aunque en el Nuevo Testamento Dios nos entrega a Jesucristo y a su Espíritu Santo para que a través de ellos podamos llegar al Padre, que es el mismo Dios. A esto se le llama trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La imagen que ven, claro está, es un ejemplo claro de idolatría. El Partenón de Atenas es, nada y nada menos, que un templo gigantesco para adorar a la antigua diosa griega Atenea.

El Primer Mandamiento:

"Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos".
Éxodo 20:1-6

La idolatría en el Nuevo Testamento:

"Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría...El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas...Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos...Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres". Hechos 17:16, 24-25, 28-29

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Moisés y la liberación del pueblo de Israel


 
Cuando Dios habló a Moisés en la zarza, fue con el propósito de liberar al pueblo de Israel de manos del faraón de Egipto. Al principio, Moisés no creía mucho en sí mismo porque no se sentía capacitado para hablarle al faraón, pero Dios lo eligió a él para exaltarlo. De hecho Dios usa al más vil o al menos capacitado para ponerlo en alto después. Finalmente, Moisés accedió y Dios le puso a su hermano Aarón como ayudante para tal hazaña. El objetivo del Gran Yo Soy era claro: liberar a su pueblo y mostrarle sus milagros y prodigios. La liberación de Israel tuvo precio: Dios golpeó al faraón con hasta diez plagas, pero ninguna afectó a los israelitas. De hecho, el faraón acabó echándolos del país con todas sus pertenencias, joyas, etc.

Como ven en las fotos, Dios abrió el mar Rojo. Esto representa tan solo el principio de muchas maravillas y proezas. Pero el pueblo de Israel era muy terco y duro de corazón, ya que veía los milagros y al final le podía la incredulidad.

Esta enseñanza nos muestra que Dios nos ama como a su pueblo, pero él quiere que lo obedezcamos, que pongamos nuestra fe en él y que lo adoremos solamente a él. Dios nos quiere liberar de la esclavitud del pecado y llevarnos por un camino de libertad, amor y bendición. No importa cómo ni cuándo, lo importante es que Dios estará siempre con nosotros y él se encargará de hacer lo necesario con tal de que estemos bendecidos y en tierra fértil donde fluye leche y miel.

Dios se presenta a Moisés:

"Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios". Éxodo 3:1-6

Dios manda a Moisés una misión:

"Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte". Éxodo 3:7-12

Dios abre el mar:

"Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda". Éxodo 14:21-22

"Así salvó Jehová aquel día a Israel de mano de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar. Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo". Éxodo 14:30-31

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José y el sueño del faraón


 
La historia comienza así: Jacob amaba mucho a José, de 17 años de dad, siendo el menor de sus hijos, ya que lo había tenido en su vejez. Pero sus hermanos le tuvieron envidia y lo aborrecían. Un día, José tuvo un sueño revelador: soñó que él y sus hermanos estaban atando manojos de trigo, que uno de sus manojos se levantaba y los demás manojos se inclinaban alrededor del suyo. Cuando José contó este sueño a sus hermanos, éstos le preguntaron si reinaría él sobre ellos. Pero tuvo otro sueño: soñó que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban a él. Esta vez lo contó también a su padre y éste lo reprendió y le dijo: ¿acaso tu madre, yo y tus hermanos nos postraremos ante ti?. Un día, Jacob mandó a José a vigilar a su hermanos que estaban apacentando los rebaños, pero vio que se fueron lejos y los encontró. Los hermanos odiaban a José y maquinaron matarlo. Pero Rubén, el hermano mayor, no estaba de acuerdo. Al final, le quitaron la túnica que llevaba, lo echaron a un pozo seco y lo vendieron como esclavo a unos ismaelitas que pasaron por allí. Para despistar al padre, untaron la túnica con sangre animal y le dijeron que lo atacaron las bestias salvajes y lo mataron.

Cuando José llegó a Egipto, fue vendido a Potifar, capitán de la guardia del faraón. Pero Dios estaba con José y fue varón próspero. Vivió en casa de su amo Potifar, quien se dio cuenta de que Dios estaba con él y que todo lo que tocaba, Dios lo hacía prosperar. De hecho, lo puso como mayordomo de todo lo que tenía. José fue tentado por la mujer de Potifar, pero resistió la tentación debido a que temía a Dios. No obstante, fue encarcelado porque ella lo acusó ante su marido de violación. Allí en la cárcel, el jefe lo puso al cuidado de los presos. Aquí fue cuando José interpretó los sueños del copero y panadero del faraón.

Ha habido muchas épocas de crisis en la historia. La crisis económica que vivimos en la actualidad nos recuerda a la historia de José. La Biblia menciona a José como un ejemplo de previsión y administración. José fue humillado y encarcelado para luego ser exaltado. Durante esta época José tuvo un papel relevante. Siete años de bonanza y siete años de escasez fue la interpretación del sueño del faraón egipcio que sólo José pudo interpretar. Sueño en el que aparecían siete vacas gordas, siete vacas flacas, siete espigas hermosas y siete espigas menudas.

Dios tenía un propósito con José. Primero fue esclavo en Egipto, pero Dios lo puso arriba hasta llegar a ser Gobernador, sólo por debajo del faraón. Dios le dio sabiduría para administrar los siete años de abundancia económica, mandando reservar la quinta parte de la cosecha para los siete años de escasez. José evitó que su pueblo muriera de hambre.

José sueña que reinaría sobre su familia:

“Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía. Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he soñado: He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío. Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? Y le aborrecieron aun más a causa de sus sueños y sus palabras. Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí. Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti? Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto”. Génesis 37:5-11

José es vendido por sus hermanos:

“Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños. Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos. Y les dijo Rubén: No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto, y no pongáis mano en él; por librarlo así de sus manos, para hacerlo volver a su padre. Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí; y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua. Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto”. Génesis 37:19-28

Dios estaba con José:
 
"Llevado, pues, José a Egipto, Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de los ismaelitas que lo habían llevado allá. Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio. Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano. Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía. Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo. Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. Y era José de hermoso semblante y bella presencia”. Génesis 39:1-6 

José interpreta el sueño del faraón:

"Entonces respondió José a Faraón: El sueño de Faraón es uno mismo; Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer. Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno mismo. También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas, son siete años; y las siete espigas menudas y marchitas del viento solano, siete años serán de hambre. Esto es lo que respondo a Faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado a Faraón. He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. Y tras ellos seguirán siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra. Y aquella abundancia no se echará de ver, a causa del hambre siguiente la cual será gravísima. Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla. Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto". Génesis 41:25-33

Consejo de Dios al faraón:
 
"Haga esto Faraón, y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de la abundancia. Y junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, y recojan el trigo bajo la mano de Faraón para mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo. Y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre". Génesis 41:34-36

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Abraham, Isaac y Jacob

 
 

 
Según la Biblia, la tierra prometida o tierra de Canaán, es la tierra que Dios prometió a Abraham y a sus descendientes Isaac y Jacob. También llamada Israel, es una tierra próspera y bendecida, pero condicionada a la obediencia de los israelitas. Dios hizo un Pacto con Abraham: le prometió tierra y descendencia, a cambio de que su generación lo siguiera y estuviera siempre con él. Abraham le creyó a Dios, pero cometió errores que posteriormente traerían consecuencias graves.

Dios ordenó a Abraham salir de la tierra de su parentela para bendecirlo en otra tierra, pero se llevó consigo a su sobrino Lot. Abraham y su pueblo fueron bendecidos, pero Lot le tuvo envidia y acabó lejos de su tío en otra tierra que él mismo eligió y que más tarde iba a significar la tierra de la desgracia y el pecado (Sodoma y Gomorra). Dichas ciudades fueron destruidas por Dios debido a la perversidad y gravedad de sus pecados. Cuando Abraham envejeció, Dios le prometió un heredero (Isaac), pero su impaciencia hizo que Sara (su esposa) le recomendara acostarse con Agar, una esclava egipcia que concibió a Ismael. Como Dios predijo, Ismael y Agar fueron desterrados hacia Egipto y fueron bendecidos. Pero también Dios cumplió con Sara, engendrándole a Isaac, el heredero de Abraham.

Nos damos cuenta que cuando Abraham no cumplió al pie de la letra con las instrucciones que Dios le dio, las consecuencias fueron nefastas. Por llevarse a Lot a la tierra prometida, vino el pecado de Sodoma y Gomorra. Y por la impaciencia de Sara nació Ismael (de madre esclava), padre de los ismaelitas y de los egipcios, de los cuales el pueblo de Abraham iba a ser esclavo por 400 años.

Después Dios probó la fe de Abraham, pidiéndole a su hijo Isaac como ofrenda. Con su obediencia, Dios confirmó su fe y por eso se le conoce como “el padre de la fe”. Por fe, debemos considerarnos hijos de Abraham, ya que él fue el padre de todas las naciones de la tierra. Todos los que le creemos a Dios descendemos de Abraham y somos bendecidos gracias al Pacto que Dios hizo con él.

De Isaac nacieron Esaú y Jacob. Curiosamente, Esaú agarró del pie a Jacob antes de nacer. Por eso Jacob significa “mano en el talón” ó “suplantador”. Dios bendice al hijo primogénito (Esaú), pero éste no supo valorar su primogenitura y se la vendió a su hermano Jacob por un plato de lentejas. Cuando Isaac fue a bendecir a su hijo mayor, lo confundió con el hermano y se la dió a Jacob. Para evitar conflictos con Esaú, Isaac mandó a Jacob a casa de Labán, su tío. Por el camino, durmió sobre una piedra y soñó con una escalera que llegaba al cielo, donde estaba Dios y le decía que le iba a dar la tierra donde estaba acostado y que multiplicaría su descendencia. Aquel lugar lo llamó Betel, que significa “Casa de Dios”. Jacob estuvo 20 años en casa de su tío Labán, tuvo dos mujeres y fue bendecido con ganado y muchos hijos. Pero Jacob tuvo conflictos con su tío y Dios le ordenó que regresara a Canaán con su padre Isaac. Llevándose a sus mujeres, siervas, once hijos y ganado, una noche se le apareció un ángel que luchó contra él. Jacob le pidió al ángel que lo bendijera y así lo hizo. El ángel le hirió el muslo a Jacob, pero Jacob obtuvo la bendición porque conocía la promesa de Dios y sus derechos como hijo de Dios. Era el ángel de Jehová quien luchó contra Jacob. Este le cambió el nombre a Jacob y le puso Israel, que significa “el que lucha con Dios”. De Jacob nacerían las 12 tribus del futuro pueblo de Israel.

Dios habla a Abraham:

"Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra...Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido”. Génesis 12:1-3,7

Dios pacta con Abraham:

"Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos”. Génesis 17:1-8


Isaac: el heredero prometido a Abraham:

"Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. Y acabó de hablar con él, y subió Dios de estar con Abraham”. Génesis 17:15-22

Destrucción de Sodoma y Gomorra:
 
"Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra. Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal. Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová. Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno”. Génesis 19:24-28

Dios prueba la fe de Abraham:

"Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré." "Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Génesis 22:1-2,10-12

Bendición de Isaac a Jacob:

"Y le dijo Isaac su padre: Acércate ahora, y bésame, hijo mío. Y Jacob se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Mira, el olor de mi hijo, como el olor del campo que Jehová ha bendecido; Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, y abundancia de trigo y de mosto. Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren". Génesis 27:26-29

La promesa de Dios a Jacob:

"Jacob se fue de Berseba hacia Jarán. Llegó a cierto lugar y allí pasó la noche porque ya había oscurecido. Tomó una piedra de ese lugar y la puso bajo su cabeza para acostarse a dormir. En sueños vio una escalera que tenía un extremo en la tierra y el otro en el cielo, y había ángeles de Dios subiendo y bajando por ella. Vio que el Señor estaba parado a su lado y le dijo: «Yo soy el Señor, Dios de tu antepasado Abraham y Dios de Isaac. Le daré a tus hijos la tierra en la que ahora estás acostado. Tendrás más descendientes que partículas de polvo hay sobre la tierra. Se esparcirán por el norte, el sur, el oriente y el occidente, y todas las familias del mundo serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. Mira, estoy contigo, te protegeré dondequiera que vayas y te volveré a traer a esta tierra. No te abandonaré y cumpliré lo que te acabo de decir».
Después Jacob se despertó y dijo: «El Señor está en este lugar y no me había dado cuenta». Jacob estaba asustado y dijo: «¡Que lugar tan aterrador es este! Esta debe ser la casa de Dios y puerta del cielo”. Génesis 28: 10-17


Jacob arrebata a Dios su bendición:

"Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. Génesis 32:24-30

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