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martes, 21 de noviembre de 2017

Malaquías 3:8-10

 
 

 “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.

Este versículo es, sin duda, uno de los más polémicos de la Biblia, por no decir el más polémico. Para algunos, el diezmar y ofrendar no es una obligación, ya que (según ellos) esto se hacía en la Ley de Moisés, la cual fue abolida con el Nuevo Pacto en la sangre de Cristo Jesús. Falso: el diezmo surgió antes de la Ley de Moisés, de hecho empezó con Abraham, cuando dió los diezmos al sacerdote Melquisedec (Génesis 14:20). En el caso de la ofrenda, el primero en ofrendar fue Abel, hijo de Adán y Eva, antes que Abraham. Por lo tanto, queda demostrado que el diezmo y la ofrenda existieron antes de la Ley. No obstante, el diezmar y ofrendar es decisión libre del creyente y depende de su fe y de su relación personal con Dios.

Según este versículo bíblico, más que una obligación del creyente, el diezmo y la ofrenda es un principio de Dios para probar la fe del hombre y donde nosotros probamos a Dios, ya que Él no necesita dinero. Este dinero es, como dice el versículo, para que haya alimento en la casa de Dios. Si entendemos y practicamos este principio, cosa que no es nada fácil, sabremos que Dios no nos quita, sino que nos multiplica lo que ganamos, ya que todo lo que tenemos es de Dios (Hageo 2:8), incluída nuestra vida. De esta manera, nunca nos faltará el dinero, ni se irá por saco roto, porque Dios lo ha prometido.

Algunos preguntaran: ¿si no diezmamos ni ofrendamos, seremos salvos?. La salvación no depende de esto, pero eso no quiere decir que no debamos diezmar ni ofrendar. Como digo, depende de la fe de cada uno. Jesús no vino a abolir la ley, sino a confirmarla (Mateo 5:17-20). Lo que Jesús abolió fué el modo de justificar nuestra salvación: ya no es por la ley, sino por la gracia y la fe en Él. Por lo tanto, la ley hay que cumplirla, también el diezmo y la ofrenda. ¿O acaso no debemos cumplir los diez mandamientos como está escrito?. La Ley no fue hecha para el justo, sino para juzgar y condenar a los que la incumplan (1ª Timoteo 1:9, Romanos 2:12). El que incumple la ley, peca. Pero tenemos un abogado: Jesucristo, quien nos perdona nuestro pecado si tenemos fe en Él (1ª Juan 2:1).

Por último, cabe resaltar que el dinero es lo que más utiliza Dios para probar la fe del hombre. Hemos sido creados por Dios en este mundo para pasar un periodo de prueba previo, como “requisito” antes de entrar en su reino. El dinero es un instrumento que Dios utiliza para ver qué hay en el corazón del hombre. El hombre necesita dinero para sobrevivir, es por ello que nos afanamos en conseguirlo, olvidándonos de que Él es nuestro proveedor (Génesis 22.14, Filipenses 4:19).

Hemos llegado al final del Antiguo Testamento, con el profeta Malaquías. En la próxima entrada del blog entraremos de lleno en el Nuevo.