Dios cumplió al pie de la letra todo lo que prometió por medio de sus profetas Isaías y Jeremías sobre el cruel castigo de Dios a Israel. Efectivamente, Dios juzgó a Israel con mano firme y poderosa, llevándola al cautiverio por 70 años de manos de sus enemigos. Dios siguió hablando por medio del sacerdote Ezequiel, pero éste se iba a encontrar con una sorpresa: nada más y nada menos que la misma presencia de Dios en todo su esplendor y gloria.
Ezequiel estaba un día junto al río Québar, cuando vio aparecer entre el viento una gran nube con fuego envolvente y un gran resplandor alrededor. Era una figura de cuatro seres vivientes, donde aparecía un trono y un hombre sentado en él, rodeado de fuego resplandeciente semejante al arco iris. Cuando Ezequiel vio esto, se postró rostro en tierra y oyó una voz. “Ponte de pie que voy a hablarte, le dijo”. Entonces el Espíritu entró en él, era la voz de Dios diciéndole así: "Hijo de hombre, te voy a enviar al pueblo de Israel, gente rebelde que se sublevó contra mí...” (Ezequiel 2:3). Entonces, Dios le entregó un rollo escrito que contenía gemidos, lamentos y amenazas, para que lo leyera ante su pueblo. Eran palabras de amonestación para ver si su pueblo dejaba de pecar. Dios le dijo que lo había puesto como atalaya (hombre que avisa y advierte) para amonestar al impío (Dios usa este adjetivo refiriéndose a su pueblo pecador). Y que si no cumplía su misión, Dios le iba a pedir responsabilidad a él también por el pecado de los otros.
De nuevo Dios usa la simbología para hablar a su pueblo por medio de Ezequiel, donde habla del sitio a Jerusalén, hambre, peste, ataques de animales salvajes y que los padres comerían a su hijos, por haber profanado su santuario. Así mismo habla de la destrucción de altares paganos e ídolos de las montañas y muerte a filo de espada de los que adoran a esos ídolos.
Dios se le apareció a Ezequiel por segunda vez con todo su esplendor. Fue en su casa delante de los ancianos de Judá, y le mostró las abominaciones idólatras que su pueblo cometía en su santuario. Habla también de los verdugos de la ciudad, que darían muerte a los que cometían estas abominaciones. Pero Dios daba una segunda oportunidad a los que gemían y clamaban a causa de esas abominaciones. Fue por medio de un ángel que escribía en las frentes de estas personas para que la muerte no los alcanzara.
Dios habla también de la iniquidad (pecado que se transmite de padres a hijos) y que cada uno pagaría por su pecado. Es decir, los hijos que no pecaren, no pagarían por los pecados de sus padres. También, al igual que Isaías y Jeremías, habla de que Dios enviaría a un salvador descendiente de David (Jesucristo).
Por último, Ezequiel tiene una visión sobre las aguas que salen del templo de Jerusalén, aguas que simbolizan el Espíritu Santo de Dios en nosotros. Dios quiere llevarnos a un mayor nivel espiritual, un nivel de vida y sanidad con Cristo.
He escogido estos versículos de abajo como los más significativos e impactantes que hablan sobre lo expuesto anteriormente. No obstante, lean todo el capítulo de Ezequiel porque no tiene nada de desperdicio. Espero que aprendan y les guste. Un cordial saludo en el amor de Cristo Jesús.
Juicio de Dios a Jerusalén:
"Por eso los padres comerán a los hijos en medio de ti, y los hijos comerán a sus padres; y haré en ti juicios, y esparciré a todos los vientos todo lo que quedare de ti. Por tanto, vivo yo, dice Jehová el Señor, ciertamente por haber profanado mi santuario con todas tus abominaciones, te quebrantaré yo también; mi ojo no perdonará, ni tampoco tendré yo misericordia”. Ezequiel 5:10-11
"Enviaré, pues, sobre vosotros hambre, y bestias feroces que te destruyan; y pestilencia y sangre pasarán por en medio de ti, y enviaré sobre ti espada. Yo Jehová he hablado”. Ezequiel 5:17
La profecía del cautiverio y remanente de Israel:
"Diles: Yo soy vuestra señal; como yo hice, así se hará con vosotros; partiréis al destierro, en cautividad. Y al príncipe que está en medio de ellos llevarán a cuestas de noche, y saldrán; por la pared abrirán paso para sacarlo por ella; cubrirá su rostro para no ver con sus ojos la tierra. Mas yo extenderé mi red sobre él, y caerá preso en mi trampa, y haré llevarlo a Babilonia, a tierra de caldeos, pero no la verá, y allá morirá. Y a todos los que estuvieren alrededor de él para ayudarle, y a todas sus tropas, esparciré a todos los vientos, y desenvainaré espada en pos de ellos. Y sabrán que yo soy Jehová, cuando los esparciere entre las naciones, y los dispersare por la tierra. Y haré que unos pocos de ellos escapen de la espada, del hambre y de la peste, para que cuenten todas sus abominaciones entre las naciones adonde llegaren; y sabrán que yo soy Jehová”.
Ezequiel 12:11-16
Ezequiel 12:11-16
La profecía del fin de los falsos profetas:
"Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, ¿qué refrán es este que tenéis vosotros en la tierra de Israel, que dice: Se van prolongando los días, y desaparecerá toda visión? Diles, por tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: Haré cesar este refrán, y no repetirán más este refrán en Israel. Diles, pues: Se han acercado aquellos días, y el cumplimiento de toda visión. Porque no habrá más visión vana, ni habrá adivinación de lisonjeros en medio de la casa de Israel. Porque yo Jehová hablaré, y se cumplirá la palabra que yo hable; no se tardará más, sino que en vuestros días, oh casa rebelde, hablaré palabra y la cumpliré, dice Jehová el Señor”. Ezequiel 12:21-25
La visión de las aguas:
"Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado. Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río”. Ezequiel 47:3-9
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